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La gran fiesta irlandesa de Michael Keegan-Dolan (La Razón)

Madrid, 09 Dic (La Razón).- El director y coreógrafo celebra una gran fiesta en los Teatros del Canal con base en los recuerdos de su infancia y en la tradición de su país.

JULIÁN HERRERO, Madrid, 09 Dic (La Razón).-

El nombre de Michael Keegan-Dolan (Dublín, 1969) va ligado al de El lago de los cisnes de 2016 (por ser lo más reciente en el apartado de los recuerdos). Un creador «en racha», defendían las críticas por toda Europa. Pero los años pasan y no siempre se puede vivir del camino recorrido. Hay que comer y hay que seguir creando. Y, en esas, el irlandés presenta en Madrid su nuevo montaje, MÁM, en la misma línea de aquel espectáculo, dice: «Ambos trabajos llegaron después de sumergirme en una “madriguera de conejo” para mirar debajo de lo que parece ser lo real». Así presenta un espectáculo que llega de la mano de su compañía, Teac Damsa a la Roja de los Teatros del Canal y que pondrá sobre el escenario toda la «rica» tradición irlandesa. Un pasado con el que él y sus paisanos tienen «una relación muy fuerte y complicada», asegura. «Los irlandeses fueron colonizados muy temprano. Todo acto imaginable de crueldad que las autoridades británicas hicieron para conquistar el mundo, lo probaron primero con el pueblo de Irlanda».

Aunque eso no es inconveniente para la fiesta, para levantar sobre las tablas uno de esos grandes salones «irish» en los que las familias se juntan para celebrar. Así recuerda Keegan-Dolan su infancia y así la recrea (la suya y la de sus compatriotas) en MÁM: «Cuando era pequeño, mis padres salían a tomar algo en verano y los niños nos quedábamos bebiendo botellas de naranja azucarada y gaseosa en habitaciones llenas de humo en la parte trasera del bar. Éramos testigos de la vida de los adultos, a veces muy borrachos, tratando de descargar algunas de las tensiones de estar vivo, en una Irlanda rural de clase trabajadora, a última hora de un sábado por la noche. Estos recuerdos están fuertemente entretejidos a través de la pieza, o al menos eso creo».

En el centro de todo el jolgorio, una niña llama la atención. Una figura que, «de alguna manera, me representa a mí, o a una parte de mí, o a ti, o a nuestras madres como niños, o artistas, o una representación de la inocencia o una tradición nativa o tal vez sea solo una niña en una fiesta de adultos», explica el director y coreógrafo. Keegan-Dolan se reencuentra de este modo consigo mismo «después de dos años de cierres y cancelaciones en los que ha sido difícil recordar lo que sentía. Me siento una persona diferente a la que estaba en “racha”. Siento que muchos de los elementos por los que me definí me han sido arrebatados y me he visto obligado a conectarme o inclinarme hacia algo más profundo y personal. Me gusta pensar que mi capacidad de empatía ha crecido lo que me convertirá en un mejor artista con el tiempo, ya que la empatía y la capacidad de comunicarse están conectadas».

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