El día de la sopa de riñones
El volumen tuvo una primera celebración en 1929 mediante una comida que conmemoraba la traducción al francés –como en muchos sitios se consideró un relato pornográfico, tardaría en ver la luz: por ejemplo, en Estados Unidos, en 1934– y a la que asistió además de la familia de Joyce –Nora y los niños, Giorgio y Lucia– la editora inglesa del «Ulises», Sylvia Beach, y otros escritores como Samuel Beckett. No sabemos si el menú consistió en el «Bloomstuff» (una espesa sopa con riñones de cordero a la brasa), plato fundamental en el libro y que se prepara año tras año durante el «Bloomsday», pero sí que la reunión se repitió unos pocos años más, y ya pasado el tiempo, en 1954, en el quincuagésimo aniversario del libro, por parte del dueño de un restaurante y editor de un periódico literario, más algunos amigos, entre los que destacaban el poeta Patrick Kavanagh (el «Bloomsday» se extendería también a ciudades de Estados Unidos, Europa, América Latina e incluso Japón y Australia).
Aún hoy, y desde siempre, decir Joyce es decir Dublín; algo que se puso de manifiesto en una exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona de 1995, cuyo catálogo se dividía en tres secciones que tenían que ver con las tres grandes obras de Joyce: Necrópolis (la ciudad en «Dublineses»), Metrópolis (Dublín en «Ulises») y Heliópolis («Finnegans Wake», la ciudad mítica). El recorrido dantesco –el escritor solía recitar pasajes de memoria de la «Divina Comedia»– reflejaba la visión poliédrica del exiliado Joyce, que dijo en el cuento «Una nubecilla»: «No había duda: si querías triunfar, tenías que irte. No podías hacer nada en Dublín»; exiliado por la influencia de Ibsen en la adolescencia, ya que del noruego imitará el desapego nacionalista, y ciudadano de Trieste, Zúrich y París pese a que, como afirma el biógrafo Richard Ellmann, su intención fuera ante todo ser un artista irlandés.
En la ciudad italiana, junto a su iletrada mujer Nora, confidente de curiosidades sexuales y escatológicas, de 1904 a 1915 iba Joyce a crear la mayor parte de su obra, excepto los poemas iniciales y la última aventura lingüística tomando el nombre de una balada tradicional. La publicación será tardía y costosa: los cuentos de «Dublineses», la novela autobiográfica «Retrato del artista adolescente», el drama «Exiliados» –aquí los emigrantes lo son por volver al país y no al revés; «abandonar la patria es peligroso», confesó a Svevo– y «Ulises», una «gloriosa derrota» en palabras de Virginia Woolf, un largo poema en prosa, una novela en la que el protagonista es el lenguaje, como apuntó Jorge Luis Borges. «Ulises» causaría furor y controversia; fue amada y despreciada, y de ella, seguro que con la satisfacción soterrada de un Joyce que llegó a declarar que la había concebido para tener entretenidos de por vida a los críticos literarios, se han escrito infinitas páginas; y, sin embargo, el asunto guarda tanta riqueza y se puede ver desde tantos puntos de vista, que de vez en cuando surgen libros interesantes al respecto.
La vida misma
Como «Joyce en París o el arte de vender el “Ulises”» (Gallo Nero, 2014), que aglutinó textos de 1965 y de este siglo e imágenes en torno a cómo publicó el autor la obra cuando vivía en París, donde se había instalado en 1920, momento en que el «Ulises» estaba casi listo. El destino le tendría reservada la entrega y adoración de la editora Beach en unas circunstancias que luego se hicieron dramáticas, con un Joyce casi ciego y apenado por la esquizofrenia de su hija Lucia.
El autor ya era para muchos el estilista de la lengua inglesa más grande de todos los tiempos, pero también un autor que escribía de forma harto compleja, con la consiguiente dificultad a la hora de traducirlo. En este sentido, Francisco García Tortosa, en su artículo «A la sombra del irlandés», detalló los problemas y las polémicas que implicó enfrentarse a la versión del «Ulises» al español, que vio la luz en el año 2004, pero concluía que el esfuerzo y los inconvenientes habían merecido la pena. «¿Por qué? ‘’Ulises’’ nos cuenta la vida de una ciudad, Dublín, que también podría ser Roma, París, Barcelona, porque todos al levantarnos también despertamos con nuestras preocupaciones, ilusiones o decepciones. Como los personajes de la novela hacemos la compra, desayunamos y vamos al cuarto de baño», decía el profesor, y añadía: «Comprender o darle sentido a las conversaciones con nuestros parientes, amigos y conocidos, y a los pensamientos que arrastramos a lo largo del día, no es fácil, porque carecen de coherencia y acumulan miles de contradicciones. “Ulises” tampoco es fácil, como la vida misma».
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