19 Abr (Heraldo.es).- Megan Morrison la ha bailado casi profesionalmente desde los cinco años y ahora enseña este baile a alumnos de varias nacionalidades en la escuela Flam&Co.
LUCÍA VALERO, 19 Abr (Heraldo.es).-
La danza irlandesa es una disciplina de baile de origen gaélico que todavía hoy se mantiene viva tanto dentro como fuera de sus fronteras. De hecho, en Zaragoza se acaba de formar el primer grupo de bailarines aficionados. De momento, son alumnos en la escuela Flam&Co de San José y su profesora es Megan Morrison, escocesa afincada en la ciudad desde hace cuatro años.
Desde muy pequeña ha practicado danza irlandesa y otros bailes. “Nunca me han pagado por ello pero para mí bailar es más que una afición”, reconoce. Baila desde hace 24 años y, aunque ella se muestra modesta y no llega a calificarse como bailarina profesional, su currículum habla por sí solo.
Empezó a bailar a los cinco años y desde entonces, no ha parado. Ha participado en cientos de competiciones del más alto nivel, entre ellas, tres campeonatos del mundo y en las principales citas de Irlanda, Inglaterra y Escocia.
Tras estos años de competición, en los que ha podido coincidir con algunos de los mejores bailarines del mundo, Megan trabaja ahora su faceta docente. “Sigo bailando pero estoy aprendiendo a enseñar la danza a otros, empleando diferentes métodos”, explica.
El grupo al que da clases es reducido, debido a las restricciones de la covid. Podrían ser un máximo de seis pero, por el momento son de cuatro personas de varias nacionalidades diferentes. Hay escoceses, irlandeses y también españoles, y acuden a la academia los sábados. Las sesiones comenzaron hace apenas tres meses y Megan sigue promocionándolas en redes sociales para que se sumen más personas.
Actualmente solo participan adultos, con edades comprendidas desde los 29 hasta los 40 años, pero la idea es acercar el baile irlandés también a los niños. “Se pueden apuntar desde los 3 ó 4 años”, asegura. Por el momento, cuatro jóvenes promesas han mostrado su interés en empezar a practicarlo pero el grupo todavía no se ha formado.
En las sesiones, los alumnos ponen en práctica una serie de movimientos, fundamentalmente con piernas y pies, característicos de la danza irlandesa.Su principal peculiaridad es que el tronco y los brazos permanecen inmóviles, mientras que es el tren inferior del cuerpo el que marca el ritmo.
Así, los pies hacen un juego de movimientos contra el suelo a gran velocidad. De hecho, se suele golpear con la punta unas 75 veces en 15 segundos. Para ello existen dos tipos de zapatos. Los ‘light’, es decir, los ligeros, que no hacen ruido y que suelen emplearse en niveles de iniciación, y los ‘hard’, que son los duros con los que se producen los sonidos que se suman a la música.
“Aunque es un baile tradicional con una determinadas reglas que hay que seguir, también está abierto a las distintas formas de moverse de cada persona”, explica Megan. Esto hace que formar parte de un grupo de danza irlandesa no se requieran unas habilidades demasiado concretas. Basta con tener ganas y contar con un buen estado físico. “Este baile es perfecto para mantenerse en forma ya que es exigente en los movimientos”, asegura.
Quienes se inician en esta disciplina empiezan aprendiendo unos pasos básicos. Solo con estas nociones podrían bailar siempre que quisieran pero conforme se va avanzando, se introducen nuevos movimientos. “Es un proceso de cambio y aprendizaje continuo y por eso es tan divertido. Además, no importa el nivel de cada uno, tanto principiantes como avanzados están siempre mejorando”, dice Megan.
Una de las alumnas del curso es Caroline Grace. Es irlandesa pero vive en Zaragoza desde 2017. Tiene 35 años y, aunque de pequeña, en el colegio aprendió algo de baile irlandés, nunca había recibido clases de ello en una academia. “Me apunté porque quería conocer bien la técnica y también es una manera de mantener el contacto con mi cultura y mi país”, explica. Además, sus sesiones le sirven también para conocer a personas de otras nacionalidades.
Caroline conoció la existencia de este curso a través de una amiga y también había visto alguna publicación en Facebook. “Tenemos mucha suerte de contar con Megan en Zaragoza. Es muy buena explicando los pasos y hace que sea más fácil aprenderlos”, asegura.
Vivi Escribano es una de sus compañeras de grupo. Es española y siente pasión por la cultura irlandesa y, por supuesto, por su baile. “Llevo queriendo aprenderlo desde los 16 años (ahora tengo 41), pero lamentablemente no es muy conocido en España y en Zaragoza nunca había podido encontrar ninguna academia de baile que impartiera esta danza”, explica.
Por suerte, a través de su trabajo se enteró de que Megan iba a impartir un taller y se apuntó sin pensarlo. A raíz de aquella primera toma de contacto, empezó a dar clases particulares con ella y toparon con la academia Flam&Co, que les ha dado un espacio para formalizar las sesiones y ampliarlas a grupos.
Tanto Caroline como Vivi coinciden en que practicar danza irlandesa es agotador. “No es duro, es muy duro. Necesitas una disciplina y una continuidad increíble pero, pese a ser tan exigente, engancha mucho”, asegura Vivi.
Lo mismo le pasa a Caroline, para quien la danza irlandesa es también una manera de mantenerse en forma. “Es una práctica muy física que incluye también saltos, por lo que además de fortalecer las piernas, es un ejercicio aeróbico”, explica.
No hay que olvidar que el baile se realiza en todo momento de puntillas, por lo que las piernas están en tensión y estiradas en todo momento. “Todos los movimientos tienen que ser rápidos, limpios y precisos, con la espalda totalmente recta y sin mover los brazos”, matiza Vivi, que reconoce terminar todas las sesiones agotada. Y eso que cuando se enfrentó a su primera sesión de danza irlandesa jugaba con algo de ventaja. “En mi juventud bailé durante muchos años ballet, sevillanas, danza jazz y, como buena maña que soy, también la jota”, repasa.
Ambas coinciden en lo afortunadas que se sienten de poder ponerse en manos de Megan para seguir aprendiendo más sobre este baile. La disciplina es todavía desconocida en Zaragoza pero, a través de grupos pioneros como el que se ha formado en Flam&Co, pretende seguir dándose a conocer, no solo como deporte sino también como parte de la cultura gaélica.
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