14 Mar (La Vanguardia).- Los unionistas del Ulster se sienten traicionados por Boris Johnson y empujados a la fuerza hacia los brazos de la República de Irlanda
RAFAEL RAMOS, 14 Mar (La Vanguardia).- En mayo se cumplirán cien años del nacimiento de Irlanda del Norte como entidad legal, en plena guerra civil irlandesa y en medio de una oleada de violencia sectaria que se propagó desde los astilleros de Belfast a toda la provincia, y de una persecución política y religiosa que privó a más de diez mil católicos de sus trabajos, los expulsó de las comunidades donde vivían y dejó atrás 550 muertos (330 nacionalistas, 170 protestantes y 80 miembros de las fuerzas de seguridad). Fue uno de los primeros latigazos de un conflicto, los troubles , en el que más de 3.600 personas perdieron la vida, y que solo se cerró en 1998 con los acuerdos de paz. O eso se creía. El temor es que ahora regrese.
“El Brexit ha demostrado que la amenaza de violencia da resultado –lamenta un veterano paramilitar lealista en un pub del Waterside, el barrio protestante de Derry, en la ribera oriental del río Foyle–. El argumento republicano de que la instalación de una frontera visible entre el Ulster y la República pondría en peligro los acuerdos del Viernes Santo ha sido aceptado sin rechistar por todo el mundo (Joe Biden, Theresa May, Johnson…), y así estamos como estamos, con la provincia cada vez más lejos del resto de Gran Bretaña y la reunificación de la isla más cerca que nunca. Pero no nos quedaremos cruzados de brazos”.
Los paramilitares lealistas están divididos en tres organizaciones, la Fuerza de Voluntarios del Ulster (UVF), la Asociación para la Defensa del Ulster (UDA), y el Comando Mano Roja. Sus territorios, fácilmente reconocibles por las banderas de la Union Jack que asoman por las ventanas o cuelgan de las farolas, y los murales en reconocimiento de sus mártires que adornan las fachadas de las modestas casas de ladrillo o cemento. Aunque lleven más de dos décadas oficialmente “desactivados”, siguen teniendo acceso a armamento, y su psique no ha olvidado el modus operandi de la guerra, las técnicas de inteligencia y seguridad operacional, de vigilancia y construcción de bombas. Regresar a la actividad sería muy fácil, lo mismo que en el bando republicano, en el que los antiguos provisionales del IRA han cedido el paso a otros grupúsculos.
Los protestantes pronto serán minoría y creen que el Brexit contribuye a diluir su identidad británica
Una parte significativa de los protestantes del Ulster se sienten traicionados por el Brexit y por Londres, ahora que ven que Johnson los engañó como tontos cuando prometió que no habría una frontera en el mar del Norte y no habría controles aduaneros entre Gran Bretaña y la provincia. Solo dos meses y medio después de la salida de la UE, la realidad es otra. Las mercancías son examinadas, el papeleo es abrumador y los retrasos e inconvenientes han hecho que muchas empresas desistan de enviar sus productos (sobre todo alimenticios, pero también semillas, plantas, tractores…) a la provincia. La oferta en los supermercados se ha reducido. Los precios han subido. A veces las estanterías están medio vacías.
El gran problema del Brexit siempre fue que creaba una frontera hasta ahora inexistente entre el Reino Unido y la UE, y esa frontera o bien dividía el norte y el sur de Irlanda (lo que minaba el deseo de los nacionalistas de sentirse irlandeses), o bien se establecía entre el Ulster y el resto de Gran Bretaña (lo que minaba el sentimiento protestante de ser cien por cien parte del Reino Unido). Johnson optó por esto último, y ahora son los paramilitares lealistas quienes advierten de un regreso a las armas. El grafiti en sus barriadas es elocuente, con amenazas a los funcionarios del puerto de Larne y al ministro Michael Gove, el encargado de aplicar el Protocolo del Acuerdo del Brexit.
Los protestantes del Ulster (un 48% de la población) tienen una mentalidad de asedio, por la inercia histórica hacia la reunificación de una isla dividida artificialmente hace un siglo como precio de la independencia, la mayor riqueza de la República, la indiferencia del resto de británicos a su causa y la realidad demográfica de que los católicos (un 45%) tienen más hijos y pronto serán mayoría. Ya fueron reticentes a aspectos importantes de los acuerdos del Viernes Santo, como la necesidad de que ambas comunidades compartan el poder y gobiernen en coalición, o la creación de una nueva policía mixta que sustituyera al Royal Ulster Constabulary, detestado por los nacionalistas. El Brexit lo ven como más de lo mismo, un ataque a su identidad y un empujón hacia Dublín. Los dos partidos tradicionales, el DUP de Ian Paisley (ahora la fuerza dominante) y el UUP de David Trimble están perdiendo seguidores ante el más radical VUPP (Partido Unionista Progresista de Vanguardia)
Los elementos más radicales siguen teniendo acceso a las armas y amenazan con un regreso a la violencia
“El Protocolo (que hace que Irlanda del Norte sea parte del ámbito regulatorio de la UE) nos ha sido impuesto a la fuerza, sin ningún tipo de votación o debate, de manera ilegal, en contra de lo que estipulan los acuerdos del Viernes Santo y del Acta de la Unión, dice el paramilitar lealista en el pub del Waterside. Hay que eliminarlo como sea. Los veteranos de los troubles como yo nos hemos adocenado, pero nuestros hijos y nuestros nietos están dispuestos a volver a las armas. No tienen miedo. Hasta ahora hemos conseguido frenarlos, pero no sé por cuanto tiempo . Es un polvorín”.
La manera de destensar la cuerda sería una mayor flexibilidad a la hora de aplicar los controles, pero para ello haría falta una buena relación entre Bruselas y Londres. Todo lo contrario de lo que hay.
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