03 May (El Confidencial).- Los católicos del Sinn Féin van camino de ser, por primera vez en la historia, la formación más votada. Johnson lo utilizará como pretexto para romper unilateralmente lo pactado con la UE en el acuerdo del Brexit.
Celia Maza, 03 May (El Confidencial).- Para los propios británicos, lo que acontece en Irlanda del Norte, provincia que no llega a los dos millones de habitantes, les parece un universo paralelo, aunque sean las elecciones de este 5 de mayo. Ni siquiera entienden el enrevesado sistema electoral que obliga a católicos y protestantes -los mismos que hace apenas “dos días” se estaban pegando tiros- gobernar ahora en coalición. Al otro lado del Mar de Irlanda, se les queda demasiado alejado de su propia isla, donde galeses, ingleses y escoceses conviven no sin pocas tensiones políticas.
Y, sin embargo, esta cita con las urnas tiene tremendas repercusiones: los católicos-republicanos van camino de convertirse, por primera vez en la historia, en la formación más votada, y eso podría servir al Gobierno de Boris Johnson de pretexto para romper unilateralmente una parte clave del acuerdo de divorcio firmado con la UE, desencadenando así una guerra comercial con el bloque comunitario, que llegaría en el peor momento. Económicamente, tendría consecuencias inmediatas en los bolsillos de todos los ciudadanos, ya castigados por la subida del coste de vida, y políticamente, en el contexto de la guerra de Ucrania, nada le podría satisfacer más al Kremlin que ver como el frente unido de Occidente se desintegra.
Irlanda del Norte lleva sin Ejecutivo desde el pasado mes de febrero, cuando el ministro principal, el protestante Paul Givan (DUP), presentó su dimisión, forzando así la renuncia también de la vice ministra principal, la católica Michelle O’Neill (Sinn Fein). Los acuerdos de paz de Viernes Santo de 1998 obligan a gobernar a las formaciones de ambas comunidades en coalición. Y si sale uno, automáticamente debe salir el otro.
La dimisión de Givan fue un gesto electoralista. Pero también una muestra de la grave crisis por la que atraviesa la formación. El Brexit ha dejado ahora a la provincia británica con un estatus diferente al del resto del Reino Unido. Y los protestantes-monárquicos se sienten traicionados por Johnson.
El ‘premier’ les dijo que todo seguiría igual. Pero les mintió. El divorcio creaba un auténtico reto para la frontera entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte, la única terrestre que existe ahora (aparte de la de Gibraltar). Y como Londres no quería quedarse dentro de la unión aduanera (lo que habría facilitado los controles), la frontera se movió al mar de Irlanda, lo que obliga ahora a realizar controles a los productos que se mandan desde Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales) a Belfast. La situación ha degenerado en grandes tensiones políticas y problemas logísticos. El DUP, enfrascado en guerras civiles, ha visto cómo su popularidad se ha desmoronado.
Por su parte, el Sinn Fein se convertirá, por primera vez en más de un siglo, en el partido más votado, según los sondeos. Y esto, sumado al factor demográfico -los católicos pronto superarán en número a protestantes- tiene a la comunidad unionista verdaderamente preocupada. El objetivo histórico de los republicanos siempre ha sido la reunificación de la isla. Aunque en estos comicios ha dejado su reivindicación en un segundo plano para dar prioridad a las preocupaciones más cotidianas de los votantes, como la atención médica y el costo de vida.
En cualquier caso, ahora existe una “perspectiva realista” de que la isla de Irlanda pueda tener un ministro principal del Sinn Féin en el norte, así como un ‘taoiseach’ del Sinn Féin en el sur. El auge de la formación en las generales de 2020 en la República de Irlanda ya supuso la gran sorpresa. Esto aumenta la posibilidad de un referéndum sobre la unificación, aunque los expertos consultados no creen que sea algo que pueda ocurrir “a corto o medio plazo”. Pero no por ello la esperada victoria de los católicos debe menospreciarse.
Las posibilidades de formar gobierno de coalición en Belfast son escasas. El actual líder del DUP, Jeffrey Donaldson, se ha negado a decir si accedería a ello, levantando el espectro de un punto muerto que podría paralizar a Stormont indefinidamente, requiriendo al Gobierno central de Londres aplicar la “direct rule” para hacerse cargo de la agenda.
Caos en la frontera
Y es en medio de esta crisis, donde Johnson -que quiere aprovechar cualquier excusa para desviar la atención del escándalo del Partygate- amenaza ahora con activar el Artículo 16 del Protocolo de Irlanda para romper unilateralmente una pieza clave del acuerdo del Brexit que, según se dice en Westminster, nunca tuvo intención de cumplir.
Pese a que la UE ya se ha ofrecido a eliminar hasta el 80% de los controles sobre alimentos que lleguen a Irlanda del Norte, además de reducir a la mitad el papeleo necesario, Downing Street defiende que el Protocolo de Irlanda no funciona y el que caos en la política de Belfast es prueba de ello.
Las elecciones de Irlanda del Norte coinciden además con las locales en Inglaterra, donde los `tories´ -según las encuestas- sufrirán un fuerte varapalo. Por lo tanto, Johnson tendrá que hacer uno de sus movimiento dramáticos a fin de contentar a sus filas. ‘Financial Times’ apuntaba recientemente que el Gobierno ya está preparando legislación en Westminster para dar al Reino Unido el poder de incumplir el Protocolo de Irlanda, legalmente vinculante.
Si finalmente el primer ministro británico cumple su amenaza, no se descarta que, a modo de respuesta, Bruselas pueda imponer aranceles a las importaciones británicas en la UE o una suspensión parcial del acuerdo de libre comercio con el Reino Unido. En definitiva, un auténtico caos, muy alejado del paraíso que en su momento prometieron los euroescépticos.
Es más que obvio que Johnson justificará su decisión, asegurando que lo único que busca es proteger el acuerdo de paz de Viernes Santo entre católicos y protestantes de 1998. El pacto determina que no puede haber frontera dura entre la República de Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte. Sin embargo, durante los cuatro largos años de negociaciones de Brexit, no poner en peligro la paz en el Ulster siempre fue precisamente la máxima prioridad. Theresa May ofreció en su momento diferentes fórmulas, pero fueron rechazadas por los rebeldes euroescépticos y cuando tomó el poder, fue Johnson quien decidió sacar al Reino Unido de la unión aduanera, dejando a Irlanda del Norte en un estatus diferente al de Gran Bretaña.
Por lo tanto, si finalmente incumple la ley internacional, esto socavaría la posición del Número 10 para sermonear ahora a Putin sobre el estado de derecho. La reputación y la influencia internacionales del Reino Unido se verían perjudicadas.
Porque más allá de la guerra comercial con la UE, la activación del Artículo 16 no tendría buena acogida en Estados Unidos, donde se entienden bien las complejidades del Acuerdo de Belfast. El presidente Joe Biden -que siempre ha mostrado con orgullo sus raíces irlandesas- ha dejado en repetidas ocasiones muy clara su posición: Londres debe cumplir su parte.
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