La fuerte relación entre España e Irlanda en los siglos XVI-XVIII: Irlandeses en el ejército español, fundación de los Colegios Irlandeses y relaciones comerciales
La Monarquía de España estaba compuesta por reinos diversos, lo cual se reflejó en miles de flamencos, alemanes, italianos o irlandeses que sirvieron en las estructuras civiles, militares y eclesiásticas de los Habsburgo durante los siglos XVI y XVII y que alcanzaron bajo los Borbones en el XVIII posiciones al más alto nivel. El objetivo de este proyecto es conocer en profundidad los mecanismos inherentes al fenómeno migratorio (causas en origen, factores de atracción y efecto llamada), la identidad de estos extranjeros como grupo (o nación, usando el término de la época), su capacidad de influencia y presión en la corte, los instrumentos utilizados para su integración en la sociedad española y el grado alcanzado en dicha integración.
Durante los últimos años la presencia en España de la comunidad irlandesa ha sido objeto de un extraordinario interés. Pocos años atrás esta presencia era vista como meramente simbólica, tanto en número (muy por detrás de franceses, alemanes o italianos) como en importancia. Este interés es el resultado de una estrecha colaboración entre investigadores irlandeses y españoles que, con el apoyo de distintas instituciones, han renovado por completo el conocimiento sobre las relaciones sociales, económicas, militares, religiosas y culturales entre ambos países. No obstante, la investigación sobre las comunidades irlandesas en España presenta todavía un desequilibrio tanto temático como cronológico.
La integración de los irlandeses en España se alcanzó combinando la propia conciencia del grupo de compartir una identidad común con una extraordinaria adaptabilidad al nuevo contexto. Las relaciones de grupo y del individuo concreto con la sociedad española dieron lugar a toda una serie de implicaciones del fenómeno migratorio a todos los niveles. Entre la Monarquía y la nación irlandesa se estableció una lógica de patronazgo-protección de la primera en base a una lealtad-servicios de la segunda. Irlanda exportaba a la Península bienes sin procesar, principalmente hilo, cuero, pescado, madera y ciertos productos de lujo especialmente apreciados en la corte, como halcones y perros de caza. Bilbao era la salida del hierro vasco y desde los puertos portugueses, canarios y andaluces la principal mercancía remitida a Irlanda era el vino. Desde fines del XVI y hasta 1818 hubo una presencia interrumpida de irlandeses en los ejércitos españoles. El excedente demográfico irlandés se mostró como el “recurso natural” de Irlanda más apreciado por la Monarquía.
La defensa y conservación de la religión católica se constituyó en sí misma como un objetivo político permanente de Madrid en Irlanda. El pensamiento político español de la segunda mitad del XVI y primera del XVII hunde sus raíces en un profundo respeto por la religión y su importancia para la política. La religión era un componente constitutivo e indispensable en la ordenación social y política del complejo conglomerado de territorios al que conocemos como Monarquía hispánica. En consecuencia, la concepción del problema irlandés desde un punto de vista confesional por los Austrias madrileños resulta un elemento que hay que tener continuamente presente. Las sucesivas misiones de clérigos irlandeses desde la segunda mitad del XVI y la continuada presencia de obispos auxiliares en España, determinaron equiparar la causa irlandesa a la religiosa por parte de la Monarquía española. Esta presencia “irregular” de religiosos irlandeses se institucionalizó con la fundación de una red de colegios irlandeses en la Península Ibérica y cuyo objetivo principal era la formación del clero. El número de religiosos irlandeses aumentó en paralelo a su influencia en la corte. Todos ellos hicieron notar la cercana presencia de la cuestión irlandesa a los consejeros españoles. Desde fines del XVI distintas ciudades europeas acogieron a estudiantes irlandeses que configuraron pequeñas comunidades adscritas, por lo general, a las universidades de la ciudad de acogida. En España, esta red de colegios-seminarios encontró su acomodo al abrigo de las universidades castellanas, que asumieron la defensa y expansión de la religión como parte integrante de sus enseñanzas.
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