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Kinsale: cuando la Irlanda más auténtica tiene algo de España

Mientras en España se atravesaba una ola salvaje de calor Kinsale me recibió con una espesa niebla y unos deliciosos 18ºC. Veinte grados menos que en Madrid que fueron la envidia de familiares y amigos que sufrían el calor de la capital.

He de decir que yo disfrutaba de esos 20 grados menos respecto a la calima madrileña, pero también tenía la sensación de que esa niebla tenía algo de recibimiento hostil, sobre todo si pensaba en los barcos en los que un 1 de octubre de 1601 llegaron allí Juan del Águila y otros 3.500 españoles que vivieron en esta pequeña ciudad irlandesa una de las aventuras más sorprendentes de la historia militar española, una pequeña invasión que, aunque tampoco fue un triunfo, es el más exitoso desembarco español en territorio inglés jamás llevado a cabo.

Como solía pasarnos a los españoles, las decenas de barcos que habían salido de Galicia para tratar de ayudar a la revolución irlandesa contra Inglaterra no llegaron a donde pretendían: las tormentas los obligaron a una parte a quedarse en Kinsale y a otra a volver a España.

Allí aguantaron tres meses, desde octubre hasta enero, asistieron a la derrota definitiva de la revolución irlandesa y pactaron su propia paz para volver a España, una historia increíble que no me he resistido a contarles más detalladamente.

¿Mala o buena suerte?

La mala fortuna de Juan del Águila y los suyos nos permite hoy, 415 años después, acercarnos a Kinsale con esa sensación de que te da pisar un terreno que no es completamente ajeno porque si los nuestros han estado allí de alguna forma nosotros también hemos estado allí.

Kinsale está cerca de la desembocadura del río Bandon, que crea ya a estas alturas una espectacular ría, rodeada del verde intensísimo propio de casi cualquier lugar de Irlanda. Es una ciudad pequeña, colorida ?muchas casas tienen sus fachadas pintadas de vivísimos colores- muy cuidada, tranquila y que presume de su historia, ligada sobre todo con los sucesos de 1601.

Es también el punto de partida de la Wild Atlantic Way, la ruta de carretera que recorre durante unos 2.500 kilómetros la costa oeste de Irlanda, atravesando alguno de los más hermosos paisajes que he visto en mi vida, todo un viaje que les aseguro que me encantaría poder hacer alguna vez con mucho tiempo por delante.

Por supuesto, Kinsale ha cambiado mucho en estos cuatro siglos, incluso el mar se ha alejado un centenar de metros de lo que era la antigua línea del puerto, pero todavía podemos encontrar algo de aquel pasado, sobre todo un edificio que está ligado a aquella presencia española de unos meses: Desmond Castle, en la parte alta de la ciudad.

Allí asentaron los españoles su cuartel general según algunos historiadores, allí tenían algo así como un centro logístico según otros, pero de una forma u otra fue central para esa presencia y esa resistencia. El edificio es mucho más grande de lo que la modesta fachada da a entender y se conserva en buena parte tal y como era entonces.

Podemos ver allí algunos montajes inocentes que nos hablan de los distintos usos del castillo a lo largo de su historia ?fue prisión o almacén- y, lo más curioso, un museo del vino. No, no es que en Irlanda haya grandes cosechas: me contaron que unos locos románticos están tratando de mantener un viñedo contra el imposible clima local y sus pocos cientos de botellas son toda la producción de la isla, pero sorprendentemente los irlandeses han producido el vino en prácticamente todo el mundo, y grandes nombres ligados a los caldos de regiones como Coñac, Oporto o Jerez tienen su origen en la verde Irlanda: Henessy o Terry, son dos buenos ejemplos.

La batalla, el fuerte y el campo de golf

En los alrededores de la ciudad encontramos algunos puntos de interés más: probablemente el más conocido es el Old Head Golf Links, un bellísimo campo de golf en la mejor tradición de los links escoceses en los que nació el juego y un huesped habitual de las clasificaciones de mejores campos del mundo.

Está también el lugar en el que tuvo lugar la parte a campo abierto de la Batalla de Kinsale, recordada por unas placas y una silla de piedra en un campo en el que hoy en día en lugar del ejército de la pérfida Albión encontré un grande y curiosamente levantisco rebaño de vacas.

Y está también lo que podríamos considerar la reacción inglesa a la invasión española: Charles Fort, un espectacular fuerte construido en el mismo siglo XVII para controlar la bella bahía que había servido de refugio y lugar de desembarco a los españoles.

Los enormes muros de piedra del fuerte forman una de esas fortificaciones en forma de estrella que proliferaron por la Europa de la época. No encontrarán muchos tan bien conservados, incluso a pesar de que la mayor parte de los edificios del interior estén ahora en ruinas ?ay, el encanto de las ruinas irlandesas-.

De haber estado Charles Fort en aquella mañana del uno de octubre de 1601 la historia de Juan de Águila y los suyos habría sido aún más trágica. Afortunadamente llegó a Kinsale décadas después, así que hoy pueden viajar a Irlanda y conocer la mayor ciudad que España ha logrado conquistar en suelo de las Islas Británicas, todo un hito que hoy tenemos un tanto olvidado y que, junto a la belleza de este rincón de Irlanda, bien vale un viaje a conocerla.